Tienen la voluntar para surgir
El transcierre de la Universidad del Mar
1ª de Crónicas 21: 17
Eran quince mil alumnos que tenían “la voluntad para surgir”, y como no tenían ninguna responsabilidad en las prácticas de la administración, no debían sufrir ningún trastorno en su desarrollo académico, sin embargo, han sido los más afectados, los más castigados y los únicos verdaderamente condenados. Indudablemente este desastre marcará sus vidas para siempre y el estigma del siniestro nadie la olvidará. En estos días, cuando los universitarios disfrutan el merecido descanso veraniego y los recién matriculados sueñan entrando a clases, ellos, los estudiantes de la Universidad del Mar, no saben en definitiva que pasará con sus vidas, y lo más demoledor de todo, a muy pocas personas parece importarle, más allá de sus propias familias.
Cuando empezaron a denunciarse las prácticas financieras de los controladores, por parte del renunciado rector Urrutia, y se conocieron las peculiares negociaciones de la acreditación, nadie pensó y nadie dijo jamás, que los alumnos eran los culpables y que a ellos había que machacar. ¿Para sancionar a los estudiantes, el rector hizo las denuncias? ¿Sobre quien o quienes debería caer el castigo, para sufrir la vergüenza y vivir la amargura, por el grave incumplimiento de los estatutos de la Universidad? ¿Sobre los estudiantes? El rey David dijo: “¿No soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová Dios mío, sea ahora tu mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste sobre tu pueblo. (1ª de Crónicas 21: 17)
Como el cierre de la Universidad del Mar para sancionar duramente a los controladores, solamente ha castigado y condenado a los estudiantes, es por lo tanto una decisión similar al Transantiago. El señor Ministro de Educación Harald Beyer, con la solicitud de cierre de la Universidad del Mar, cometió el error que no se puede cometer nunca en educación, castigar a los alumnos por las fallas del profesor, castigar a los hijos por las taras de los padres, castigar a los débiles por las pillerías de los fuertes. En educación se educa, se rescata, se regenera, se redime, se resucita. El Ministro de Educación debía haber corrido al rescate, a la regeneración, a la redención de la Universidad del Mar, por sus quince mil sencillos, pero venerables estudiantes, por sus treinta mil, modestos pero sacrificados padres, por sus docentes, por sus administrativos, por sus trabajadores, como lo hizo el Presidente por los 33.
En educación nunca es tarde para corregir, para enmendar, para reparar el error. Señor Ministro de Educación, salga de su oficina, cruce Teatinos y entre a palacio, y pídale al Presidente que le cuente lo que sentía cada vez que se abría la bendita capsula. Anule el cierre y decrete la continuidad de la Universidad del Mar, convoque a los docentes y desafíelos a navegar, ofrezca la Universidad al Colegio de Profesores, haga un llamado a la Armada de Chile, abra una licitación internacional, hágales señas a la UNESCO, o reactive el interés del obispo Eduardo Durán Castro de la Catedral Evangélica.